El interés que suscitan diversas formas de meditación y oración ligadas a algunas religiones orientales -aun entre los cristianos- es un signo no pequeño de la necesidad de recogimiento espiritual y de profundo contacto con el misterio divino que existe en el interior del hombre. Si bien la Iglesia católica nada rechaza de lo que, en estas religiones, hay de verdadero y santo, un cristiano debe tener prudencia.

– ¿Qué tiene que tener en cuenta un cristiano? ALGUNAS CLAVES:

  1. VER SI EL MÉTODO DE ORACIÓN SE INSPIRA EN CRISTO Y CONDUCE A CRISTO. Me puede ser útil responder a estas preguntas: ¿Cómo rezaban Jesús y los santos? ¿Qué nos dice el Evangelio y el resto de la Sagrada Escritura sobre la oración? ¿En qué situación me quedo cuando empleo estos métodos? Si una forma de meditación me aparta de Cristo y del Evangelio, tendré que saber discernir -siguiendo a san Ignacio- si no procederá más bien del mal espíritu.
  2. LA VERDADERA ORACIÓN CRISTIANA ES UN DIÁLOGO ENTRE EL HOMBRE Y «OTRO TÚ» (Dios Padre, Jesús, el Espíritu Santo, la Virgen María, o los santos). La oración cristiana, por lo tanto, es un encuentro personal (de nosotros con Dios, o con los santos que están en el cielo). Por el contrario, modos erróneos de oración proponen abandonar la misma idea de Dios, Uno y Trino, que es Amor; y también prescinden de las enseñanzas contenidas en la Sagrada Escritura.

 

– ¿Dónde busco saciar mi sed?

Para saciar mi sed de recogimiento espiritual y de contacto con el misterio divino, puedo buscar el agua a miles de kilómetros en tradiciones no cristianas. O puedo acercarme a fuentes claras que encontramos más cerca (santa Teresa, san Juan de la Cruz, san Ignacio de Loyola,,,).

En la homilía que el papa san Juan Pablo II pronunció en Ávila, el 1 de noviembre de 1982, decía de santa Teresa:

Teresa reaccionó contra los libros que proponían la contemplación como un vago engolfarse en la divinidad o como un «no pensar nada» viendo en ello un peligro de replegarse sobre uno mismo, de apartarse de Jesús del cual nos «vienen todos los bienes». De aquí su grito: «Apartarse de Cristo… no lo puedo sufrir». Este grito vale también en nuestros días contra algunas técnicas de oración que no se inspiran en el Evangelio y que prácticamente tienden a prescindir de Cristo, en favor de un vacío mental que dentro del cristianismo no tiene sentido. Toda técnica de oración es válida en cuanto se inspira en Cristo y conduce a Cristo, el camino, la verdad y la vida.

*Para leer más sobre este tema:

Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta sobre algunos aspectos de la meditación cristiana (15 de octubre de 1989)