La parroquia es «un faro que irradia la luz de la fe» (Benedicto XVI).
Orígenes de las parroquias
Ya en los inicios del cristianismo se constituyen pequeñas comunidades cristianas como Iglesias domésticas, identificadas simplemente con el término «casa» (Rm 16, 3-5; 1Co 16, 19-20). En estas «casas» se puede reconocer el nacimiento de las primeras «parroquias».
Desde su surgimiento, la parroquia tiene una misión: acercar el Evangelio al pueblo a través del anuncio de la fe y de la celebración de los sacramentos.
El término «parroquia» viene del griego «paroikía», que significa: 1) «vecindad»; 2) «residencia en país extranjero».
1) La parroquia es «una casa en medio de las casas», y representada visiblemente por el edificio de culto, «es signo de la presencia permanente del Señor Resucitado en medio de su pueblo». Se hacen así realidad las palabras de Jesús: «sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 20). Jesucristo resucitado se hace un vecino más, oculto en el sagrario. Y tantas veces está olvidado, sin que nadie vaya a visitarle (¡como les sucede a tantas otras personas que están olvidadas y solas en sus casas!). Sin embargo, a pesar de nuestra indiferencia, el Sagrado Corazón de Jesús que palpita en el sagrario no deja de amarnos ni una milésima de segundo. Siempre está amando a todos sus vecinos.
2) La parroquia viene a ser también como una «colonia de extranjeros». Este aspecto nos recuerda nuestra condición de peregrinos en esta vida, ya que «aquí no tenemos ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futura» (Hb 13, 14). Nosotros «somos ciudadanos del cielo» (Flp 3, 20). Y en la parroquia —comunidad viva de creyentes— encontramos esa ayuda necesaria para alcanzar la meta del cielo.
El amor de Dios nos invita
Al igual que en un convite de bodas —en el que se celebra el amor que se tienen los novios— se preparan los salones, las mesas, los manteles, el alimento… en la parroquia Jesús nos convoca en torno a la Mesa de la Palabra y de la Eucaristía, para celebrar el amor que Dios nos tiene. «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15, 12), y así lo ha demostrado Jesús dando su vida por nosotros en la cruz. Sobre el altar de cada parroquia está el mantel sobre el cual se hace presente este misterio de amor, el alimento de vida eterna, «la medicina de inmortalidad» (San Ignacio de Antioquía). Jesús nos invita a todos a este convite, y a unirnos a su sacrificio en la cruz.
Son muchos los sacerdotes que a lo largo de los años han sido párrocos de estos tres pueblecitos (Zarzalejo, Zarzalejo-Estación y Peralejo), ubicados en este precioso enclave de la Sierra Oeste de Madrid. Ellos han hecho presente sobre el altar este misterio del amor de Dios. Desde el 13 de septiembre de 2020 el párroco es el P. Antonio Doñoro González, nombrado por el Arzobispo de Madrid, Emmo. Sr. Cardenal D. Carlos Osoro Sierra.
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